Opinión

De los sismos y sacudidas de enero

Por Liz Mariana Bravo


A veces, son pequeños detalles los que nos obligan a cobrar consciencia de que los tiempos, nuestros tiempos, han cambiado; y en otras ocasiones necesitamos una verdadera sacudida.

Sábado, las 22:30 horas, en otros momentos hubiera llegado derrapando al baño para darme una ducha y, en un santiamén, alistarme para salir de fiesta; pero este primer sábado del 2020 llegué derrapando al baño con la firme idea de que, al salir, me dejaría atrapar por la más calientita y afelpada de mis pijamas, el libro en turno y suficiente jerez; sin embargo, fue una sacudida la que me hizo incorporarme y, a la velocidad de la luz, descender desde el cuarto piso para ponerme a salvo mientras por mi mente atravesaban mil pensamientos, al tiempo que me repetía: “No corro, no grito, no empujo”.

Instalada cual salero, en medio del frío y del estacionamiento, como un mantra decía una y otra vez la regla básica en caso de emergencia, mientras pasaba lista telefónica a los míos. Inicié por mis papás, hermano, primos, etc… con cada confirmación de bienestar, mi corazón poco a poco recuperaba su ritmo normal y con sorpresa vi que, aunque en el chat de vecinos avisaron del temblor, nadie más salió de ninguno de los 21 edificios.

Helada de pies a cabeza regresé al calor y la seguridad de mi hogar. ¿Por qué, aunque lo sintieron, nadie más salió? Es más, pregunto ahora, ¿tú saliste, buscaste un sitio seguro, cómo reaccionaste ante el sismo?

El 19 de septiembre del 85, en plena colonia Roma del entonces Distrito Federal, a los tres años de edad, la vida me insertó, por la mala, un chip que me compromete no sólo a tomar las medidas preventivas necesarias para ponerme a salvo, sino a capacitarme para reaccionar en caso de emergencia y ayudar siempre que sea posible.

De manera general se tiene la creencia de que en Xalapa no tiembla y que, cuando se llega a sentir un sismo, no debemos esperar consecuencias graves. Sin embargo, de acuerdo con lo publicado por el Servicio Sismológico Nacional[1], el Instituto de Geofísica de la UNAM, y la Universidad Veracruzana en el libro “Red Sísmica de Veracruz”[2], la República Mexicana está fraccionada en cinco placas tectónicas cuya interacción genera los sismos y, de acuerdo a la intensidad, daños y efectos que estos provocan en una región, el territorio nacional está dividido en cuatro zonas.

Efectivamente, en el mapa de regionalización sísmica, no sólo Xalapa, sino prácticamente todo el estado de Veracruz se ubica en la zona intermedia, en donde no tan frecuentemente se registran sismos; con excepción de la colindancia con San Luis Potosí y Tamaulipas, que se ubica en la zona donde no se han reportado terremotos en los últimos 80 años; y de la región sur, en donde según los datos reportados por el SSN, del 01 de enero al 11 de agosto de 2014, los municipios de Jesús Carranza y Uxpanapa fueron epicentro de 35 de los 77 sismos ocurridos en ese periodo, cuyo epicentro tuvo lugar en la Entidad; es decir, el 45.5% de estos.

Pero la actividad sísmica de una región es diferente de las afectaciones que sufre cada zona, así tenemos que los estados en los que principalmente se originan los sismos son Guerrero, Oaxaca, Chiapas y Puebla; sin embargo, históricamente el centro del País ha sufrido graves daños por los terremotos. De la misma forma, aunque la principal actividad sísmica en Veracruz está al Sur del estado, es la zona centro la que históricamente se ha visto más afectada, tal como se explica en el libro arriba señalado.

A muchos llamó la atención que el sismo de 2017 coincidiera en día con el de 1985: 19 de septiembre. Y pareciera cábala que el ocurrido a las 22:40 horas del pasado 4 de enero, con magnitud preliminar de 6.5 y final de 6 grados en la escala Richter, tuviera su símil ocurrido cien años antes, específicamente a las 22:25 horas del 3 de enero de 1920, con magnitud 6.4 grados.

Cabalístico o no, lo que debemos tomar en cuenta es que, según el libro en cita, el terremoto de hace cien años se ubicó a sólo 50 kilómetros al suroeste de la Capital veracruzana, causando daños graves en Xalapa, Teocelo y Coatepec; cobrando la vida de más de 600 personas, de las cuales 419 murieron atrapadas en las avalanchas de lodo ocasionadas por la actividad sísmica. Así, históricamente, el sismo de 1920, el ocurrido en Orizaba el 28 de agosto de 1973 y el de 1985 suman los tres más devastadores y que han cobrado mayor cantidad de víctimas en el País.

Si el antecedente histórico no resulta suficiente, debemos considerar que las tragedias naturales no suelen dar aviso previo, que los últimos años han sido más frecuentes los sismos que percibimos en la Capital del Estado y, sobre todo, que tomar unos minutos para abandonar las instalaciones en las que nos encontramos y ponernos a salvo, puede parecer exagerado hasta que ocurre una desgracia cerca.

Mi invitación en este inicio de año es que, a tu lista de propósitos para el 2020 agregues:

Preparar tu mochila de emergencia, tu botiquín y tenerlos a la mano

Escanear y poner en la nube los documentos que te resultan fundamentales, o bien en una memoria que forme parte de tu mochila de emergencia

Elaborar tu plan familiar de protección civil

Elaborar un plan de protección civil con tus vecinos

Capacitarte en primeros auxilios

Aprender a utilizar un extintor y tener uno vigente en casa, auto y oficina

Hacer un hábito el ubicar las salidas de emergencia en todo inmueble en el que estemos

Recordar que, en caso de emergencia: “no corro, no grito, no empujo”

Compartir la información con nuestros seres amados

Recordar que, en caso de emergencia, guardar la calma y reaccionar de forma correcta, puede salvar nuestra vida y la de nuestras personas cercanas.

A veces, son pequeños detalles los que nos obligan a cobrar consciencia de que los tiempos, nuestros tiempos, han cambiado; no esperemos a que la vida nos sacuda y nos azote para cambiar y tomar medidas preventivas. Cuando se trata de nuestra vida y seguridad, ninguna acción es exagerada.