Opinión

Queramos a los adultos mayores

Por Ramón de la Peña


"Con el tiempo aprenderás que intentar perdonar o pedir perdón, decir que amas, decir que extrañas, decir que necesitas, decir que quieres ser amigo, ante una tumba, ya no tiene ningún sentido. Pero, desafortunadamente, sólo con el tiempo", así termina Jorge Luis Borges, su poema Con el Tiempo, en el cual resalta como idea central que a las personas se les tiene que dedicar tiempo y cariño, pero en vida y mediante un proceso especial.

¿Cuál es ese proceso especial para demostrar nuestro cariño a los adultos mayores? Los expertos dan la siguiente recomendación esencial: déjalo ser.

Para esto recomiendan: déjalo hablar, ganar en las discusiones, ir a visitar a sus amigos, contar sus historias aunque las haya contado muchas veces, vivir entre las cosas y personas que ha amado, envejecer con el mismo cariño con el que ves crecer a tus hijos, déjalo reclamar, pero, sobre todo, déjalo morir entre tus brazos.

El 28 de agosto se celebra el día de los adultos en plenitud. Ellos, en la antigüedad, eran las personas sabias; eran los cronistas de la historia y de los conocimientos adquiridos por su pueblo a través de los siglos y estaban obligados a transmitirlos a sus descendientes.

Los abuelos actuales tenemos la obligación de hacerlo, sobre todo con nuestros nietos y nietas. No es cierto que a ellos no les interesa saber de dónde provienen, debemos promover la comunicación a través de la palabra, esa palabra que fue tan importante para los antiguos mexicanos; tan importante que entre ellos se daban clases de oratoria, pues era imprescindible para ellos el dirigirse con propiedad a todos los que los rodeaban.

Le recuerdo que también los adultos mayores tenemos derechos: a una vida con calidad; al disfrute pleno, sin discriminación ni distinción alguna de los derechos que ésta y otras leyes consagran; a una vida libre sin violencia; al respeto a nuestra integridad física, psicoemocional y sexual; a la protección contra toda forma de explotación; a recibir un trato digno en cualquier procedimiento judicial que nos involucre; a recibir asesoría jurídica en forma gratuita en los procedimientos administrativos o jurídicos en que seamos parte y a contar con un representante legal cuando lo consideremos necesario.

Tenemos derecho a tener acceso a los satisfactores necesarios, considerando alimentos, bienes, servicios y condiciones humanas o materiales para su atención integral; a recibir orientación y capacitación en materia de salud, nutrición e higiene, así como a todo aquello que favorezca

nuestro cuidado personal; a recibir de manera preferente el derecho a la educación.

Las instituciones educativas, públicas y privadas, deberán incluir en sus planes y programas los conocimientos relacionados con las personas adultas mayores; a ser sujetos de programas de asistencia social en caso de desempleo, discapacidad o pérdida de nuestros medios de subsistencia; a ser sujetos de programas para contar con una vivienda digna y adaptada a nuestras necesidades, para tener acceso a una casa hogar o albergue u otras alternativas de atención integral, si estamos en situación de riesgo o desamparo.

Termino con algunos mensajes de la sabiduría popular sobre las muchachas y muchachos de mi edad:

1. Una bella ancianidad es, ordinariamente, la recompensa de una bella vida.

2. Jamás un hombre es demasiado viejo para recomenzar su vida y no hemos de buscar que lo que fue le impida ser lo que es o lo que será.

3. Una vejez tranquila es la recompensa de una juventud juiciosa.

4. Envejecer es como escalar una gran montaña; mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena.

5. La vejez nos arrebata lo que hemos heredado y nos da lo que hemos merecido.

6. "Benditos los que no me hacen sentir que estoy de más y me demuestran su afecto con delicadeza y respeto; benditos los que encuentran tiempo para estar a mi lado y enjugar mis lágrimas;

7. Benditos los que me tiendan su mano cuando me llegue la noche y deba presentarme ante Dios"