Opinión

Estimadas maestras y maestros

Por Ramón de la Peña


Antes que todo una gran felicitación por lo que hacen por nuestra comunidad y nuestro estado, sin duda su tarea es una de las tareas esenciales para el desarrollo armónico y económico de nuestra comunidad.

Yo siempre he creído e insistido que la educación es el gran factor de cambio positivo de las personas, organizaciones, comunidades y países. Para mi es claro que Nuevo León y México llegarán tan lejos como el talento educado de su gente nos puede llevar;

Para mí la educación es la mejor inversión que puede hacer una persona, familia, comunidad o país y es la mejor herencia que le podemos dejar a nuestros hijos;

Pero también es claro para mí y que el elemento esencial en el proceso de aprendizaje de nuestros alumnos son o somos los maestros y los padres de familia

Hace tiempo leí una excelente fábula que destaca mucho la tarea del educador. La fábula se sitúa en un salón de remates en el momento en que el rematador ofrecía un viejo violín. Era una subasta de la cruz rosa para obtener recursos económicos para su operación, ¿Cuánto ofrecen por este violín? Pregunta a la audiencia; y se escucharon voces diciendo 20, 100, 200 pesos, casi se vende en 700 pesos, cuando de repente, desde el fondo del salón se acerca un hombre de pelo cano, toma el violín en sus manos, le sacude el polvo, lo afina, tensa las cuerdas del arco y

después toca una melodía tan dulce y tan pura como el Ave María.

 

Después, le regresa el violín al rematador, quien lo toma en sus manos y con voz diferente dice: ¿cuánto ofrecen ahora por este excelente violín? Se escuchan voces diciendo: cinco mil, ocho mil, diez mil pesos. Finalmente, se vendió en una cantidad mayor.

 

Después del evento alguien preguntó: ¿qué fue lo que hizo cambiar el valor del violín? La respuesta fue inmediata: El toque de la mano de un maestro.

Estimados maestros, esa es nuestra gran misión, tener ese toque que haga cambiar a nuestros estudiantes en mujeres y hombres de bien. Yo les pediría ratificar el compromiso con nuestros alumnos a actuar como ese maestro de la fábula anterior, a ser ese agente de cambio que les dé a nuestros alumnos la capacidad de ser esos trabajadores, esos empresarios, esos políticos que necesita nuestro país, que tienen ese toque creativo, eficaz, honesto y generoso.

Hace tiempo un amigo me recomendó leer el libro de Mitch Albom: " Martes con mi viejo profesor". En este libro se relata las recomendaciones que un profesor le hace a su antiguo alumno, cuando el profesor, presa de una enfermedad mortal, tiene la oportunidad de interactuar con su antiguo alumno respondiéndole preguntas sobre el sentido de la vida con la visión de alguien que sabe que pronto morirá.

Así el alumno tuvo la oportunidad de escuchar los consejos de su antiguo maestro sobre temas como el trabajo, la familia, el amor, el perdón, la vejez y desde luego la muerte. Estos se inician desde su primera visita al preguntarle a su ex alumno: ¿Has encontrado a alguien con quien compartir tu corazón? ¿Estás aportando algo a tu comunidad? ¿Estás en paz contigo mismo? ¿Estás procurando ser tan humano como te sea posible?

De este libro aprendí que el miedo a la vejez que tienen muchas personas, no es más que un reflejo de una vida no realizada, de una vida a la que no se le ha dado un sentido.

Termino con un mensaje tomado de la Biblia, pero modificado para aplicarlo hoy en el día del maestro. En el se habla de que: "El amor es paciente, servicial y sin envidia. Así es el trabajo de los maestros: Su trabajo es paciente, servicial y sin envidia; El maestro no quiere aparentar ni se hace el importante. No actúa con bajeza en busca de su propio interés. El no se deja llevar por la ira, sino que olvida y perdona las ofensas. Nunca se alegra de algo injusto, siempre le agrada la verdad. El educador lo disculpa todo, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El buen educador nunca pasará; siempre permanecerá en los corazones de sus alumnos".