Opinión

Estrés y hormonas

Por Roberto Matosas


En situaciones de estrés se produce un cambio impresionante en las hormonas que circulan por la sangre. Es como si descargaran cubos enteros de adrenalina y noradrenalina, hormonas que invitan a la lucha, al enfrentamiento, a encarar el peligro o cuando menos una situación incierta.
El cortisol, también llamado comúnmente la hormona del miedo, invita a la parálisis o a la huida. Lo que quiero compartir aquí es que nosotros, las personas de este siglo, es nuestra forma de pensar, nuestra mentalidad la que de por sí tiene la capacidad de seleccionar uno de los dos mecanismos para que sea el que más se active. Ante la incertidumbre, lo desconocido, lo impredecible, sea una enfermedad o una compra, los dispositivos del estrés se van a poner en marcha, lo que pasa es que el dominante va a depender en gran medida de cómo afrontemos la nueva situación. Si lo hacemos con una sensación de miedo y desesperanza porque no nos creemos capaces, activaremos el mecanismo de distrés que nos impedirá efectivamente que lo seamos. Sin embargo, si a pesar de la incertidubmre, en lugar de dejarnos llevar por el pánico y la rumorología, buscamos información, nos apoyamos en nosotros mismos y nos concentramos en lo que podemos lllagar a ganar en lugar de lo que podemos perder, entonces se activará el mecanismo del eustrés que no va a ayudar a descubrir posibilidades y a ver oportunidades que para aquellos que entran en distrés permanecerán veladas.
Las personas hemos sido adiestradas para buscar la seguridad y la certidumbre, y por eso creamos nuestro futuro con predicciones que parten del pasado, prefiriendo lo pequeño, siempre que sea predecible, que lo grande si es impredecible. No jugamos a ganar, simplemente a no perder, y es esta mentalidad la que de verdad crea el juego. Nos obsesionamos en defender la idea de lo que somos en lugar de arriesgarnos a descubrir la imagen de aquello que podríamos ser.
La mayor parte de nuestras inseguridades y de nuestras desesperanzas no son reales, son aprendidas. Hemos sido condicionados para crear una imagen de nosotros mismos y vivir de acuerdo a esa imagen. Nosotros no vivimos al nivel de nuestros talentos, sino al de nuestras creencias. Por eso, al final, el determinante fundamental del logro en medio de la incertidumbre no lo inteligente que seamos, ni los conocimientos que poseamos, sin la mentalidad que se elija. Como lo ha puesto en evidencia el Dr. Davidson: “La manera de pensar afecta a la forma en la que opera físicamente nuestro cerebro”.
Cuanto más miedo tengamos, más cortisol segregaremos. Este último, segregado en forma continua interfiere con los hipocampos, que son dos estructuras situadas detrás de los núcleos amigdalinos. Los hipocampos son esenciales al menos en tres cosas:
•             Que cualquier experiencia nueva la registramos gracias a ellos;
•             Para aprender algo, salvo destrezas motoras, ellos son la clave y
•             La buena salud de los hipocampos es muy importante para experimentar la alegría de vivir.
Cuando el cortisol se mantiene a unos niveles elevados por una reacción de alarma sostenida, empiezan a dañar primero las ramificaciones de las neuronas del hipocampo, y a continuación se produce la muerte neuronal. Por eso cuando una persona que está en situación de depresión empieza a hacer ejercicio físico, a tener más vida social, a introducir paulatinamente el humor en su vida, puede experimentar un aumento del grosor del hipocampo.
El ejercicio físico, el humor y la interacción social liberan hormonas, como la oxitocina y la beta-endorfina, que reducen los niveles de cortisol en la sangre. Por lo tanto, una de las cosas que podemos hacer es fijarnos en lo positivo de la vida en lugar de mantenernos absortos en todo aquello que nos disgusta.
Cuando sintamos miedo ante lo desconocido, el peligro o la simple incertidumbre, la primera de las estrategias que podríamos emplear, sería la de no enfocarnos en lo que podemos perder, sino en lo que podemos llegar a ganar. Aunque resulte paradójico, al actuar así no sólo descubrimos cosas que ni se nos habían pasado por la cabeza, sino que además vemos con mayor nitidez lo que podemos perder y nos preparamos para afrontarlo.
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