Opinión

Reconozcamos a nuestros mentores

Por Ramón de la Peña


Les comparto un mensaje que escribí hace tiempo y que refleja el respeto que deberíamos de tener con las personas que dejaron una huella profunda en nosotros. En mis 40 años en el Tecnológico de Monterrey, dos personas dejaron una huella profunda en mí: Don Fernando García Roel y el Ingeniero Horacio Gómez Junco.

Recuerdo que me tocó asistir a las ceremonias luctuosas para Don Fernando García Roel en Torreón y Monterrey, y la del Ingeniero Gómez Junco en Monterrey. Estas ceremonias trajeron a mi mente la imagen de unos extraordinarios mentores para quienes tuvimos la suerte de trabajar cerca de ellos. Los adjetivos calificativos hacia sus personas ciertamente son validos, Apasionados de la educación, de la ingeniería; unas personas enérgicas, responsables, puntuales, carismáticos, perfeccionistas; unos líderes capaces de ganar la confianza y el aprecio de sus colaboradores; en fin unas personas que dejaron una huella importante en el Tecnológico de Monterrey.

Pero su muerte trajo a mi mente tres reflexiones adicionales; la primera es por qué esperar hasta que una persona muera para reconocerle sus méritos y logros. En vida, hermano, en vida; nos diría Ana María Rabatté. Pues de otra forma quién recibe el reconocimiento, es sólo la familia del homenajeado.

La segunda reflexión la hice al recordar que no hay sustituto para la experiencia y el conocimiento adquiridos a través de una vida. Pues se ha demostrado que el cerebro de una persona de 60 años o más, esta mentalmente activa, y “parece un bosque denso con ramas que se entrelazan entre sí. Esta densidad refleja un conocimiento más profundo y un mejor raciocinio.”

Pero, ¿por qué se desaprovecha la experiencia de las personas maduras en nuestro país; por qué no las invitamos como mentores a nuestras organizaciones; por qué no seguimos el ejemplo de Raúl Castro, quien al hacer una renovación de su gobierno, nombró como sus nuevos hombres clave a muchachos de la edad?

Su número dos fue un médico de 77 años; su Ministro de Comunicaciones un muchacho de 76 años; su Ministro de Agricultura, un General de 66 años; su Ministro de Defensa, otro General de 73 años; el Presidente del Parlamento, un académico y diplomático de 71 años; el Ministro del Interior otro General de 69 años; el Ministro de Salud un Médico de 76 años; también nombró a dos jóvenes, un

ingeniero mecánico de 47 años como Ministro de Transporte y como Canciller a un periodista y embajador de 51 años.

El tercer comentario vino a mi mente al recordar el libro de Mitch Albom: martes con mi viejo profesor, en el que relata las recomendaciones que un profesor le hace a su antiguo alumno, cuando el profesor, presa de una enfermedad mortal, tiene la oportunidad de interactuar con él.

Me gusto mucho su mensaje esencial: “Lo más importante de la vida es aprender a dar amor y a dejarlo entrar”, pero cuando se relaciona con la familia encuentra un gran significado al decir: Suponte que estuviese solo, sin hijos o sin esposa, sin duda esta enfermedad que estoy padeciendo no la podría soportar. La familia, asegura el profesor, es la seguridad que alguien está velando por ti todo el tiempo. Sin duda, asegura el profesor, sin ese amor somos pájaros sin alas. Don Fernando y el Ingeniero Horacio tuvieron unas excelentes alas para transformar y enaltecer al Tecnológico de Monterrey.