Opinión

El vestido de Beatriz

Por Claudia Viveros Lorenzo


Se llevó a cabo el esperado grito de independencia. Esta tradición que muchos han debatido, que se repite todos los 15 de septiembre desde 1824, y que dicen, ha cambiado de fecha por capricho de Porfirio Díaz y que cada presidente de la República protagoniza a su antojo. Por supuesto Andrés Manuel con todo y pandemia no quería dejar pasar la oportunidad de ejercer su derecho a representar este evento. Aún alegando que se tomarían todas las medidas sanitarias pertinentes, sorprendió a todos con su afán de ejecutar el acto y al día siguiente, el desfile militar.

La ceremonia, no podemos negar, se ha tergiversado, se ha dejado de lado, el peso que le corresponde, para que cada uno de los mexicanos que habitamos este país recordemos la lucha por abandonar el sometimiento de la corona española y volvernos independientes. Todos sabemos que la bendita independencia (en cualquier dimensión) no se gana de la noche a la mañana, y aunque lo celebremos un día, la hemos tenido que ir reforzando y construyendo sin parar.

Este acto que por lo regular se hace en el Palacio Nacional de la Ciudad de México, ha pasado por todas las etapas, desde fiesta “high life”, hasta convivio en modo 4T, sin invitados, con menú netamente mexicano y costos según, repito y recalco, según nuestros gobernantes actuales: reducidos.

Y obvio, como estábamos acostumbrados a ver de lejos el derroche de los anteriores, también, era esperado, ver los vestidos que la primera dama en cuestión, llevaría para acompañar a su flamante esposo y primer mandatario del país. El año pasado Doña Beatriz, que todavía no tenía (ni tiene) gran experiencia en estos actos, acudió de forma bastante recatada. Este 2020, puso más empeño y buscó un diseñador mexicano que la enfundara en algo más elegante y vistoso. No podemos decir que el vestido era horrible, creo que fue adecuado y no rayó en lo ostentoso, como ha sido la posición que la señora Gutiérrez Müller ha querido manejar desde el inicio del sexenio. Lo que sí es prudente recalcar, es que, los ojos de un gran grosor de la población esté más interesado en el significado de las mariposas del vestido, en el nombre del diseñador y en el costo de éste, en que si parecía flan napolitano, o en si lo correcto era llevar el cabello suelto o recogido, que en lo realmente significativo de esta ceremonia fundamental en la valoración de la historia y los símbolos patrios de nuestro país. La visión de no suspender la ceremonia creo que fue un gran acierto. Puesto es una forma de seguir manifestándonos en pie de lucha y con actitud de soberanía. Quizá pudieron ser otros los protocolos. Pero lo importante es poder leer los trasfondos con la mejor visión, más allá de querer observar o adoptar posiciones radicales y ultra críticas. No podemos encasillarnos en una solo forma de gobernar, se escogió el cambio, y como ciudadanos responsables, democráticos e inteligentes, debemos poder tener amplitud para observar, entender, empatizar y aprender de la diversidad. La imagen física. es importantísima. Yo que por muchos años me he interesado en ella y en la forma que esta influye en nuestra comunicación con los demás, le puedo decir que

soy una fanática y observadora de las personalidades públicas y de su manejo. Quizá para unos puede ser menos notable que para otros. Solo sé que hay que cuidarla. Pero también, que no solo podemos dejarnos llevar por ella. También tenemos que aprender a leer todos los mensajes que se están componiendo alrededor de un hecho o una persona. Los trasfondos son sustanciales. Debemos tener más apertura con los que vivimos. Si tenemos gobiernos con diferentes tonalidades aprendamos a apreciarlas y sacar provecho de estas. Dicen que si del cielo te caen limones hay que aprender a hacer limonada.

 

 

 

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