Opinión

Bullying mañanero

Por Ricardo Homs


El tema libertad de expresión se está convirtiendo hoy en un gran referente político ante el inminente inicio de campañas electorales anticipadas.

Por una parte, está vigente el cuestionamiento público que hicieron al presidente 650 intelectuales, académicos, periodistas y artistas, que consideran que en este gobierno se ha coartado la libertad de expresión.

Sin embargo, en otro ámbito podemos incluir también lo que sucedió con la movilización pacífica de FRENAAA. Los manifestantes fueron impedidos de continuar su camino hacia el zócalo, por el gobierno de la Ciudad de México, lo cual ameritó la intervención del presidente de la república.

También se incluye en este contexto la represión a los agricultores de Chihuahua, que tienen tomada la presa La Boquilla.

Todo esto tiene como común denominador al tema libertad de expresión, manifestada tanto en modalidad de opinión, como en la acción ciudadana.

Ante el cuestionamiento respecto a si en México hay libertad de expresión, el presidente afirma categóricamente que sí la hay y está garantizada. Por otra parte, los 650 firmantes del desplegado, cuestionan que está restringida. ¿Quién tiene la razón?

Por tanto, debemos entrar al detalle, pues este tema no es blanco y negro, ya que los matices son los que definen a temas complejos como lo es éste.

Quizá este asunto está atorado porque cada una de las partes, o sea gobierno y ciudadanía, no ha definido a qué se refiere por “libertad de expresión”. ¿Cuál es el alcance de este derecho inalienable?

Debemos reconocer que jurídicamente sí hay libertad de expresión formal, porque el Estado Mexicano no agrede ni sanciona abiertamente a sus críticos, por lo que se publica o expresa públicamente.

Seguramente el presidente sí está convencido de que la libertad de expresión está protegida porque no hay represión directa, como la había antes, cuando ejercer el periodismo le costó la vida a Manuel Buendía Tellezgirón, editorialista de El Excelsior, quien fue asesinado el 30 de mayo de 1984 siendo secretario de gobernación Manuel Bartlett Díaz.

A quien juzgaron y encarcelaron como responsable de este asesinato fue a quien encabezaba la Dirección Federal de Seguridad, José Antonio Zorrilla Pérez y a varios subordinados a quienes se les acreditó la autoría material. El móvil de este asesinato siempre se le adjudicó a sus últimas columnas, en las que Buendía desenmascaraba una red de corrupción gubernamental.

Esos tiempos por supuesto no son los de hoy, pero también hay que decirlo, esto se debe a nuestras instituciones, construidas a lo largo de estos últimos años, que son las que permitieron que la 4T llegase al poder.

Tampoco son los tiempos cuando la prensa escrita estaba controlada porque el Estado Mexicano tenía el monopolio total y absoluto de la importación del “papel periódico”, que venía de Finlandia

y los países nórdicos. Si un periódico o revista se portaba mal con el régimen, se le castigaba restringiéndole la adquisición de papel para publicar. A su vez, la radio y TV en esos lejanos tiempos tenía controles desde la Secretaría de Gobernación. También podríamos decir que esas deleznables prácticas ya no existen.

Sin embargo, tenemos que reconocer que si “en la política la forma es fondo”, como alguna vez declaró don Jesús Reyes Heroles, quien fue el gran filósofo de la política mexicana, sustentado en una gran cultura, como la que caracterizaba a los políticos de antes, debemos analizar este planteamiento de los 650 intelectuales desde una óptica cualitativa y de detalle, acorde a los nuevos tiempos.

Quien entienda de comunicación sabe que los mensajes pueden comunicarse semánticamente, a través de las palabras, pero la comunicación semiótica, aportada por la ironía manifestada en el tono de voz, así como el sarcasmo de una sonrisa que acompaña una frase, dicen más que las palabras. Describen el sentido y el significado del mensaje.

Quizá el presidente de la república no sea consciente del impacto que representa para cualquier ciudadano o institución ser exhibido en una mañanera por el titular del poder ejecutivo de este país, o simplemente recibir por parte de él un adjetivo calificativo, generalmente vinculado con corrupción, el cual acompaña su nombre. Este simple hecho se convierte en una acusación directa, aunque el presidente no aporte pruebas que sustenten esa opinión hecha pública, aparentemente expresada en una charla informal con la prensa.

Ser merecedor de un “jalón de orejas” en una mañanera, es el cadalso de los críticos de este régimen, a partir de lo cual se puede esperar que suceda cualquier cosa.

Este bullying mañanero representa en sí la represión, porque convierte a la víctima en objeto de escarnio público. Es el peso del poder ejecutivo cayendo encima de un ciudadano.

Esta práctica daña la reputación personal y pone en duda la veracidad de la opinión de algún comunicador al que se pretende restarle credibilidad, como sucedió a todos aquellos a los que ha castigado nuestro presidente con una reprimenda mañanera.

Por ejemplo, la exhibición pública de la lista de los 650 firmantes del desplegado en una mañanera, representó “rudeza innecesaria” y bullying.

Muchas reputaciones han sido manoseadas en las mañaneras sin que se hayan dado razones de peso para justificar los dichos.

Como siempre, en la primera línea del bombardeo está la prensa crítica y quienes se oponen, a nivel de opinión, porque no hay otra forma de hacerlo, a los planes y políticas del gobierno de la 4T.

Quizá todo esto no sea intencional por parte del presidente, porque posiblemente él piensa que con su estilo jocoso y relajado, simplemente charla con la prensa.

Sin embargo, la gente encargada de su comunicación tiene amplia experiencia en esta disciplina y sería muy oportuno que le sensibilizase respecto del impacto que tienen sus comentarios cuando

afectan la reputación, la honra y el buen nombre de alguien, pues eso inhibe la libertad de expresión que él ha prometido respetar.

¿Usted cómo lo ve?

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