Opinión

Obediencia a ciegas

Por Ricardo Homs


Manuel Andrade Díaz, quien fuera gobernador de Tabasco, en un video grabado por él y subido a su página de Facebook, expone que la inundación de Tabasco tuvo como origen una orden del presidente López Obrador, externada durante una visita efectuada a la presa Peñitas, el 18 de octubre pasado.

Andrade explica que el presidente “aseguró que por la corrupción y la complicidad de las empresas que venden electricidad a la CFE, antes se soltaba más agua de lo debido. Entonces ordenó que a partir de ese momento sólo se desfogaran, o turbinaran, según fuese el caso, no más de 300 metros cúbicos por segundo para que no se inundara la planicie tabasqueña”.

Manuel agrega que esta orden fue aceptada sin chistar por los directivos de la CFE, que eran los encargados del sistema en este momento.

La obediencia a ciegas por parte de los expertos reprime la responsabilidad de hacer valer sus conocimientos y experiencia en el tema, lo cual termina siendo una actitud servil que estimula en el presidente la toma de decisiones equivocadas, las cuales, en este caso, han tenido graves consecuencias para los tabasqueños.

La regulación del agua no se puede determinar por decreto, pues responde a dos circunstancias: los fenómenos meteorológicos, así como a la demanda de energía eléctrica.

El resultado ya lo conocemos: para ahorrar agua, en respuesta a las instrucciones precisas del presidente, las presas quedaron llenas al máximo de su capacidad y por tanto, no soportaron la sobrecarga provocada por las lluvias torrenciales.

De no haber existido la orden presidencial, seguramente la experiencia y los conocimientos del equipo técnico de la CFE, habrían guiado sus decisiones. De este modo ellos habrían administrado responsablemente el flujo del agua, para ubicar el nivel óptimo de la presa Peñitas, desfogando de forma ordenada y continua, sin hacerlo de emergencia, como seguramente tuvieron que hacer para evitar que la presa colapsara por las lluvias.

La inundación que está viviendo Tabasco con motivo de las lluvias tiene su origen en varios factores, como son el manejo del sistema de presas del Grijalva-Usumacinta, -a la que pertenece la presa Peñitas-, así como también a los fenómenos meteorológicos y además, una circunstancia muy importante: que a varios ríos se les fue cambiando su curso a lo largo de los años, desviando así el caudal de estos hacia otro territorio. A esto en Tabasco se le denomina “los rompidos”.

La conclusión lógica es que la naturaleza no perdona a la humanidad esta agresión y cada vez que llegan las lluvias los ríos que no están ubicados en su cauce natural, se desbordan.

En Tabasco la historia de “los rompidos” inicia en 1675, cuando los habitantes de la Chontalpa desviaron el río Mezcalapa para dificultar la llegada de piratas, que entraban navegando por el rio y asaltaban a los pobladores de las villas ribereñas.

A este primer rompido se le llamó “Nueva Zelandia” y consistió en alejar el río Mezcalapa, reorientándolo hacia el oriente, para unirlo con el río Grijalva, cerca de Villahermosa. Así iniciaron las inundaciones para esta ciudad.

En 1881 se construyeron otros rompidos, continuando esta práctica en 1904, en 1932, en 1940 y en 1952, fechas en que se realizaron más desviaciones de ríos, lo cual aumentó el riesgo de inundaciones.

Si bien todos estos trabajos fueron hechos con la intención de solucionar problemas propios de su tiempo, hoy que conocemos su impacto y consecuencias, debemos estar conscientes de que desviar ríos de su cauce natural, puede ser peligroso. Por ello debemos ser respetuosos con la naturaleza.

Además, las inundaciones se complicaron por la falta de recursos económicos para atender con prontitud a las familias afectadas. Y el FONDEN, que tradicionalmente se destinaba a estas emergencias, ¿quién se lo quedó?

Hoy este dinero lo necesita Tabasco, pero seguramente va a canalizarse hacia otras prioridades definidas por el presidente.

Definitivamente, en un mundo complejo como lo es el de hoy, inestable e imprevisible, México no puede ser gobernado a partir del sentido común de una persona, puesto que estas decisiones pueden tener graves consecuencias si no están respaldadas por conocimientos altamente especializados y experiencia probada, lo cual debe ser aportado por una infraestructura conformada por funcionarios públicos con capacidad de toma de decisiones en su ámbito de responsabilidad.

El que los expertos no se atrevan a tomar decisiones, da por resultado actitudes erráticas, como las del subsecretario de salud Hugo López Gatell con respecto al COVID19, quien a lo largo de estos meses, igual que Chespirito, lo mismo decía una cosa, que después decía otra y mientras tanto, la pandemia arrebataba la vida a más de cien mil mexicanos. Mientras tanto, nos corroe la duda de cuantos miles de vidas se podrían haber salvado si él hubiera tomado las decisiones correctas, sin esperar la aprobación de su jefe supremo.

Sin embargo, solo el presidente puede resolver esta problemática, asumiendo una nueva actitud que genere confianza en los expertos para que estos tomen, -según su criterio personal, experiencia y conocimientos-, las decisiones que consideren pertinentes.

¿Qué tanto tendrá que suceder para que haya un cambio radical de actitud, que redefina el modo de gobernar?

¿Y a usted qué le parece?

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