Opinión

Preludio plástico navideño

Por Ivonne Moreno


Reunir un conjunto de obra de tan rica variedad plástica es difícil. Los realizadores plásticos en Veracruz están atentos a las necesidades de su especialidad y de su gremio, pero cada uno guarda recelo en sus propios intereses. No obstante cuando deciden abrirse y compartir, los espectadores ganamos en sentido sensorial y de juicio.
A cada uno de estos expositores se le puede devorar no solo con los ojos, sino con la nariz y el tacto, y otros provocan asociaciones con la gastronomía y con la música y por ello los podemos casi paladear, degustando una buena copa de vino.
 A guisa de textura nos acercamos a Luz Aldape y su incansable labor acerca de los tapices, su orientación crece y se desparrama no solo en hilos sino en formatos de arte objeto dignos de manipular con nuestras manos, asimismo los materiales y composición de Víctor Alavez son sorna del descuido de la sociedad por lo fútil, el realizador lo enumera y lo codifica en paredes plásticas.
En su singular manera de tratar al trópico y su abundancia vegetal Hurí Barjau es una pintora prodiga y vasta, como poesía de Carlos Pellicer pero atada a un misticismo contemplativo, pues su personalidad prefiere al espíritu.
Con aires de ornitología y acercamientos a las aves ligadas al mar, Juan José Barragán nos teje atarrayas fantásticas para capturar perfumes del Golfo, unos con aroma de nostalgia, y otros ansias de mariano errante, listo a la búsqueda eterna de la Ítaca ideal.
Carlos Barró también dado a los elementos naturales y sobre todo al agua, es seguidor por un lado al encanto de Veermer, pero por otro a la manifestaciones sociales de su tiempo: Chiapas y el jazz, mientras el acuarelista Sergio Isaías Camacho se tiende al pasado como puente entre Veracruz puerta y portal de la historia y el progreso a veces intocable para atraparlo en una estampa.
Mientras Carlos Cano, es un efecto big.bang, con su personalidad iconoclasta, soslaya su bien ganado prestigio de trabajador de la lente, por conjuntar en la pintura, arsenales de colores, con la fuerza de equinos indómitos.
Arrisa Huerta la fotógrafa peregrina, continúa en sus avatares por la descripción de rostros y sitios inmutables al tiempo, logra con sus primeros planos acercarnos a la reflexión de la vivacidad de nuestras etnias y de un acervo grandioso.
Por otra parte los caminos de la expresión plástica se abren la posibilidad de técnicas y experimentaciones: Lili Flores permea entre la fotografía digital y alternancia permisibles al óptimo logro de sus ya peculiares figuras; sirenas, peces, pelícanos y ahora Santa Ana, Lili sigue el encanto de lo sagrado, así como Ángel Lagunes va por la vanguardia, su visión futura abra caminos al seguimiento del op- art, ángel es un enamorado de movimiento y el video, sus composiciones se mueven …se mueven
Al ritmo de este vaivén de imágenes, otro subyugado por el movimiento es Isidro Laisequilla, pues no conforme con su sicodelia ingresa al corto metraje cargado de la energía de su pasión por la fotografía. Pasión visual compartida por el también poeta erótico Jorge Luis González, para quien el cuerpo es una liga entre Eros y la existencia.
Con un ritmo más clásico Olga Munguía se suma a la lista de los talentos pictóricos veracruzanos. Sus composiciones son ordenadas y con ese viso de conocedora de su oficio, nos asombra, en la sus sutileza de contenidos, en ocasiones con el juego de las fábulas, sus animales no están exentos de la magia del pincel.
Al unísono del encanto femenino y su universo Mariana Pazos, es una extraordinaria compiladora de arte utilitario, sus cajas nos ofertan además del imaginario del subconsciente, el testimonio de permanecer en uso y deleite ante la estética del objeto.
El semillero en la ciudad se intensifica en los jóvenes creadores, como hilo conductor los fotógrafos Claudia Ortiz y Abraham Neri toman a la ciudad, sus inmuebles y a la mujer como núcleo de sus enunciados visuales. Influidos por la belleza del cuerpo de las féminas, aprovechan sus conocimientos de modelaje y obturan al puerto, en un onirismo tropical.
El valor señero del grabado no podía faltar así las presencias de Bernardo Antonio Pérez y Tony Ramón se hacen características por los días donde la circunstancia de los realizadores porteños, buscaban las bondades del tórculo como mediación entre la técnica y el ingenio, hoy ambos ganaron un lugar en la comunidad, Bernardo con la constancia docente y su sabiduría en el secreto del papel y Tony en la exquisitez de su sintaxis compositiva, tendiente a la balada de las Hojas Muertas.
Y las pintoras veracruzanas dan un deleite especial, al banquete plástico de la localidad, María Elena Sánchez es el péndulo entre la inquietud por hallar en el fondo del pozo los empastes adecuados para escribir con grises, negros, blancos y colores pasteles un figurativismo desdibujado mientras Hilda Verde sorprendente en su crecimiento profesional madura entre bodegones, rostros y libélulas el encanto de detener la vista en una historia pictórica.
 Existiendo este el panorama tentador, habrá alguien ajeno al arte….gocemos mientras podamos sentir, el oasis ofrecido por hacedores pródigos de nuestra ciudad de piedra muca y arena…