Opinión

El camino por el que no debemos caminar

Por Ramón de la Peña


Espero estimado lector que no esté caminando por este camino, pues el  “no me acuerdo” es un indicador de que algo nos está pasando al avanzar en nuestra vida. Pero desgraciadamente con el tiempo empezamos a olvidar las cosas, nombres o caras, también los lugares donde se guardaron ciertas cosas. A medida que pasa el tiempo ese indicador se hace cada vez más frecuente y nos hace pasar más apuros y una que otra vergüenza.

 

Así, el camino de nuestra vida es transitar también por el camino de los olvidos; esto me lo aseguró una persona a quien yo aprecio mucho. El me dijo que se te olviden los nombres de las personas es el primer hito del camino de los olvidos. En esta etapa uno tampoco se acuerda de todo lo relacionado con la otra persona, su edad, lo que estudió, los eventos en los que se estuvo con él, pero sobre todo su nombre se nos escapa".

 

Un olvido que causa un apuro muy especial y que es clara muestra de que ya se avanzó en el camino de los olvidos, ocurre cuando se nos olvida subirnos el zipper después de ir al baño. Y claro después de pasearse o sentarse con ese olvido por un tiempo, finalmente hay alguien que te dice algo al respecto o te pasa una nota o se burla de tu olvido.

Pero el olvido que más claramente ratifica que ya se ha avanzado mucho en el camino de la vida, ocurre cuando se nos olvida bajarnos el zipper cuando se va al baño.

Desde luego, estimado lector, el más terrible olvido es no dedicarles tiempo a las personas que son importantes para usted. No le vaya a pasar lo que a aquel señor que, en su lecho de muerte, solo y olvidado por los suyos, dejó escrita la siguiente carta, tipo postumba, a su amigo más querido a quien ya hacía tiempo había abandonado:

"Querido amigo: Te escribo porque tengo necesidad de decirte algunas cosas de mi vida que me pesan profundamente y que solamente tú puedes comprender.  No tuve tiempo para escucharte, mucho menos para merecer tu amistad. Pero la verdad, siempre consideré que contigo no iba a poder hacer negocios, tu plática me parecía intrascendente, sentía que iba a perder mi tiempo sin sentido. Sé que me buscaste más de una vez, que tenías necesidad de que te escuchara y esperabas mi comprensión y consuelo; pero la verdad mi tiempo lo dediqué solamente a aquéllos que me dejaban dinero. Ahora entiendo qué importante es tener amigos en la virtud y no solamente socios en la utilidad. Te confieso que me siento solo y que he comprendido que únicamente lo barato se compra con dinero, que un amigo sincero no tiene precio.

 

No tuve tiempo para amar a mis padres, aquellos ancianos que dieron la vida por mí, aquel hombre que puso todo su esfuerzo para forjar en mí un ser de provecho y aquella mujer que tejía mi alma con su ternura y paciencia, que cuidó de mí hasta el fin de sus días y que siempre me concedió su comprensión y su perdón.

No tuve tiempo para estar cerca de mi hermano, guardábamos tantas rencillas y diferencias; fuimos concebidos en el mismo vientre y las mismas lágrimas curaron nuestras heridas. Sé que me necesitaba, pero nunca lo conquisté como amigo; sin duda, de haberlo querido, pudimos haber sido entrañables compañeros y amigos.

 

No tuve tiempo para amar a mi pareja, cuya ofrenda de adolescencia fueron su juventud y sus ilusiones. No tuve tiempo para darle la felicidad que buscaba cuando se unió a mí

No tuve tiempo para amar a mi nación, a mi tierra a la que pertenezco, lugar de oportunidades, de realizaciones, origen de mis hijos y de mi hogar. Sólo me serví de ella, encerrándome en mi bienestar, no comprendiendo el esfuerzo que hicieron mis antepasados, ni la sangre que tantos valientes derramaron para ofrendarme la libertad y el México en el que me tocó vivir.

No he tenido tiempo para amar a mis hijos. Estuve siempre tan atareado en cosas tan importantes como el trabajo, la televisión, las reuniones sociales y muchas ocupaciones que los pequeños no entendían. Les debo las caricias que siembran la generosidad en el corazón de los niños, el escucharles para que sientan la dulzura de la compañía, No tuve tiempo de verlos crecer, pues yo justificaba mi ausencia por su bien, tenía tanto trabajo que me olvidé de forjarles para una vida superior. Ahora me pregunto, ¿Qué calidad de hijos heredé al mundo?

Y ahora que tengo un poco de tiempo para reflexionar me doy cuenta de que ya es muy tarde para cambiar, les pido perdón a todos". Espero que nunca tengamos que escribir una carta así.

Sin olvidar que lo único permanente es la familia y los amigos de la edad. Y lo esencial con ellos es tener respeto y amor.