Opinión

México 68, la terca memoria

Por Artillero / Moisés Hernández Yoldi


A 53 años de la masacre de Tlatelolco, la memoria es más fuerte que el olvido.

El 2 de octubre de 1968 ha quedado marcado como uno de los pasajes más vergonzosos e indignantes de nuestra historia.

Ese día, el Estado usó su fuerza y su poder para reprimir la inconformidad social en contra de un régimen que empezaba a dar muestras de descomposición.

Estudiantes fueron manipulados y usados como “carne de cañón”, por grupos políticos que intentaban introducir el modelo comunista a México, al menos esa fue la excusa del gobierno de Diaz Ordaz, mientras que miembros del Ejército fueron emboscados por grupos paramilitares (Batallón Olimpia y Halcones), que operaban bajo las órdenes de la propia secretaría de Gobernación, al mando de Luis Echeverría.

Hoy sabemos, a través de documentos desclasificados, que Luis Echeverría tenía vínculos con la CIA, también sabemos que el general Luis Gutiérrez Oropeza, era el jefe del Batallón Olimpia y de Los Halcones, los grupos paramilitares que dispararon en contra de estudiantes y del propio Ejército.

Años después de la masacre del 68, el general Gutiérrez Oropeza, jefe del Estado Mayor Presidencial, fue señalado por el propio secretario de la Defensa, Marcelino García Barragán, quien lo culpó de traición y de haber ordenado y coordinado el operativo encubierto y contrario a las órdenes que tenía el Ejército de contener la manifestación de Tlatelolco.

Gutiérrez Oropeza, está señalado junto a otros personajes del poder, de ejecutar los actos de represión de aquellos años, incluyendo la masacre de Tlatelolco y el llamado Jueves de Corpus (Halconazo).

Nombres como los de Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, Fernando Gutiérrez Barrios, director de la Agencia Federal de Seguridad, Miguel Nazar Haro, enlace de la AFS con la CIA, Luis Gutiérrez Oropeza, jefe del Estado Mayor Presidencial, Mario Ballesteros Prieto, jefe del Estado Mayor de la Defensa Nacional, Héctor García Rey, agente de nacionalidad argentina que representaba a la Interpol en México, Winston Scott, jefe de la oficina de la CIA en México, todos ellos están ligados y vinculados con los brutales y sangrientos operativos ejecutados entre 1968 y 1972 por parte del gobierno mexicano en contra de civiles.

En un hecho poco conocido, pero muy relevante, hoy sabemos que la masacre fue filmada desde el edifico de la Secretaría de Relaciones Exteriores, por órdenes del gobierno.

La filmación se realizó por un equipo de profesionales, dirigidos por el cineasta Servando González (Viento Negro), a quien contrataron por 20 mil pesos, una fortuna en aquel entonces.

Para la filmación se utilizaron 8 cámaras de 35mm, equipo de última generación propiedad de los estudios Churubusco, que en ese entonces ya pertenecía al gobierno, ese mismo equipo fue el que se usó para las grabaciones de los Juegos Olímpicos.

Los 14 rollos cinematográficos tienen o tenían una duración de casi 10 horas, de las cuales solo se conocen pequeños fragmentos.

Existen la leyenda de unos cintas que no habrían sido entregados por Servando González al gobierno, sin embargo eso no nunca ha sido comprobado; la historia oficial señala que las cintas entregadas al gobierno se perdieron en el extraño incendio de 1982, que consumió la Cineteca Nacional.

Lo ocurrido hace 53 años en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, es un momento oscuro, dramático y vergonzoso para México.