Opinión

Escuelas cerradas: Un escándalo

Por Otto Granados


Han transcurrido prácticamente 100 semanas desde que estalló la pandemia y las consecuencias negativas sobre el aprendizaje de los niños y los jóvenes no pueden sino calificarse de catastróficas. Déjenme darles algunos datos que son alarmantes: en promedio las escuelas han permanecido totalmente cerradas durante unas 20 semanas en todo el mundo, aunque en algunos países como México la paralización ha superado los 200 días, lo que equivale exactamente a un año escolar completamente perdido, esto quiere decir que las pérdidas de los aprendizajes presenciales alcanzan a un nivel global de unos 2 trillones, repito,2 trillones de horas perdidas de enseñanza en la escuela.

Por donde quiera que se vea esto es un escándalo educativo, económico, social e incluso moral que afectará mucho más gravemente a los niños de hogares pobres y de clase media baja. Pero además, los costos y los efectos de esta tragedia pueden ser incalculables. El Banco Mundial estima que 24 millones adicionales de niños podrían abandonar la escuela, que 370 millones de niños en 150 países ya no tienen acceso a la alimentación que recibían en sus escuelas, que en los próximos años unos 10 millones de niñas menores de edad están en riesgo de contraer el matrimonio infantil y que los síntomas de ansiedad y de depresión entre niñas y niños ha aumentado un 100% y en muy buena medida, como un efecto directamente asociado al cierre de las escuelas. 

En conclusión, es muy posible que esta sea una generación perdida, educativamente hablando y por tanto es de la máxima urgencia volver ya a clases presenciales y de tiempo completo. Los cierres de escuelas además han aumentado la pobreza de aprendizaje que es el porcentaje de niños de 10 años que no pueden leer siquiera un texto básico, el cual podría llegar al 70% en los países de ingreso bajo y mediano, como es el caso de México. Pues bien, esto tendrá impactos duraderos en los ingresos futuros, en el alivio de la pobreza y en la reducción de la desigualdad. ¿Por dónde empezar? Esa es la pregunta. 

Partamos de 2 datos duros, el virus que ha ocasionado la pandemia subsistirá todavía por un buen tiempo en sus distintas variantes, de manera que sea algo con lo que nos tendremos que acostumbrar a vivir. Y en segundo lugar, hasta ahora, la evidencia comprobada en México y en casi todo el mundo muestra que las tasas de contagio en niños son extremadamente bajas, de alrededor del 1% bajo determinadas condiciones, de acuerdo con la UNICEF, la evidencia científica recogida en un estudio que se hizo en 191 países demuestra que no existe una relación directa entre el cierre o apertura de las escuelas y las tasas de contagio en la Comunidad, por lo que reabrir las instalaciones educativas no representaría un riesgo considerable si se toman, desde luego, las medidas necesarias de bioseguridad y de autocuidado, es decir, distanciamiento y ventilación, lavado de manos con jabón o su desinfección con alcohol o gel, uso de mascarilla. Y dependiendo del grupo de edad, los esquemas de vacunación completa, esto supone que muy bien organizada y coordinada por parte de las autoridades educativas y de salud, que deben privilegiar en todo momento el derecho superior de los niños y jóvenes a recibir educación en las mejores condiciones de calidad y por supuesto de seguridad.

 Es cierto que hay quienes suponen a esto, como es el caso del SNTE, que lo que está privilegiando no es el interés de los niños, sino el suyo propio, como por cierto lo ha hecho toda la vida, me parece una inmoralidad que además de ser en buena parte el causante de la mala educación y de seguir recibiendo prácticamente sin trabajar su salario y prestaciones que ya son considerables, ahora el SNTE siga pretextando la pandemia, para continuar en la comodidad de simular que hacen como que trabajan. Eso sencillamente no puede ser. En síntesis, hay que regresar ya a las clases presenciales por el bien de los niños y de los jóvenes de Aguascalientes y de México.