Opinión

La oposición

Por Juan José Rodríguez Prats


La oposición nunca ha gozado de buena reputación. La opinión pública deambula mayoritariamente para emitir sus juicios entre considerarnos ineptos o ingenuos; en el peor de los casos, como una comparsa al servicio del gobernante en turno. Lo más lastimoso es que simplemente se nos ignore. Militar en un partido es considerado como un estigma, con la consecuente descalificación por desconfiable.

Una cosa es cierta. La influencia de los partidos es peor en la ciudadanía precisamente en los momentos previos al derrumbe de las democracias. Entre la variada clase de enemigos destacan dos prototipos: los hombres indispensables, precursores de dictaduras y una sociedad civil que repudia la política, llegando al extremo de proponer alianzas con la condición de que el candidato sea apartidista. Grave síntoma de descomposición social.

Se ha criticado con severidad al viejo PRI. Sin embargo, en su evolución percibió el empuje de la realidad y propició la participación de los disidentes. Su ideólogo más destacado, Jesús Reyes Heroles, habló de la “resistencia que apoya”. Hoy se le insulta y se le etiqueta como traidora y corrupta.

De ninguna manera estoy exonerando a la clase política e intentando victimizarla. He señalado en este espacio sus graves carencias intelectuales y morales. El extremo de superficialidad al que hemos arribado es patético. La “neurosis de la escaramuza electoral” ha desechado principios y doctrina. La “reina de los lunes”, las encuestas, son la guía más eficaz para la postulación de candidatos. El posible desempeño en el cargo está fuera del análisis.

Como la política y los políticos son malos, no deben hacerla los buenos. Y como los malos son los únicos que se involucran en su ejercicio, esta se corrompe aún más. ¿Cómo romper este círculo vicioso?

Fui priista cuando el otrora partidazo cuando estaba en el poder. Cuando emigré al PAN, era partido de oposición. Ya como panista, los últimos 28 años de mi vida política, fui opositor, nuevamente estuve con el partido en el poder por dos sexenios y ahora estoy de nuevo en la oposición. He sido derrotado en tres elecciones constitucionales: postulado por el PAN a la gubernatura de Tabasco y en dos ocasiones a una diputación federal. En estos dos casos, propuesto por una alianza de partidos. Nunca tuve posibilidades reales de triunfo ante contrincantes que tuvieron todo tipo de apoyos y, en algunos casos, sin hacer campaña. Relato lo anterior para acreditar mi experiencia en estos menesteres.

Es muy difícil convencer a ciudadanos para que se involucren en asuntos que a todos nos atañen. Tengo la amarga vivencia del rechazo de personajes con prestigio social a ser postulados a cargos de elección.

Me parece que debemos comenzar por una monumental tarea: darle claridad moral a nuestra actual circunstancia. No lo vamos a lograr con descalificaciones y extremismos. La política es tarea de convergencias y la convivencia armónica forma parte del bien común. El mayor desafío, hoy como siempre, es de orden espiritual. No debemos condenar el pasado sin beneficio de inventario.

La 4T arrancó con el lema de “Juntos haremos historia”, lo que no especificó es qué clase de historia. Viendo sus resultados, me vienen a la memoria muchos eventos equiparables. También Nerón hizo historia culpando y sacrificando cristianos por el incendio de Roma.

Dejemos de regodearnos morbosamente en querellas tóxicas. Recientemente escuché una reflexión que me permito repetir: “El queso de la trampa siempre es gratuito”. Con esto me refiero a que el acto de votar exige una profunda reflexión ética y política. Por lo tanto, no debe prevalecer la extorsión o el chantaje. Y los partidos deben hacer una tarea cultural para hacer la política accesible y confiable. Este es el sendero por el que han transitado las democracias consolidadas.