La crisis en Ucrania es un problema complejo y difícil de entender, es simplista e infantil reducir el conflicto a una historia de “buenos y malos”. En Ucrania confluyen múltiples intereses económicos y geopolíticos que enfrentan a Rusia con Occidente (EEUU y sus aliados de la OTAN). En medio de este complejo escenario, resulta difícil para el ciudadano común entender e identificar causas, efectos y razones. Es importante que la opinión pública logre identificar fuentes de información confiables, no todo lo que se ve y se escucha es cierto o muchas veces está sesgado por una agenda ideológica, política o económica. Los “expertos” decían que Estados Unidos era de los países más preparados para una pandemia... y sin embargo el Covid desnudó y expuso las graves deficiencias del sistema de salud pública de la nación más poderosa del mundo. En mi experiencia como comunicador y periodista, la clave está en esforzarse por contrastar fuentes con rigor, y buscar perspectivas de varias disciplinas. Ejemplos: 1.- Un periodista en sitio es más confiable que uno en la comodidad de un estudio. 2.- Un economista evalúa posibles efectos de las sanciones. 3.- Un politólogo dimensiona el poder blando y posibles lobbys. 4.- Un historiador analiza en retrospectiva y contextualiza la Guerra Fría y otros conflictos del pasado. 5.- Un internacionalista calcula posibles alianzas y cauces diplomáticos. 6.- Un abogado detalla violaciones puntuales a los tratados o las constituciones. En una guerra lo primero que muere es la verdad, en parte por la desinformación y la manipulación, pero también por la multiplicidad de ángulos. Estados Unidos y sus medios mintieron sistemáticamente en la guerra de Vietnam, volvieron a mentir para invadir Irak, al final el tiempo y la prensa libre desnudó la verdad. Desde entonces, la opinión pública juega un papel medular en cualquier guerra. La mejor estrategia, en mi opinión, es adoptar una sana dosis de escepticismo.
