Opinión

Burbujas y falsos crecimientos

Por Luis Pazos


El crecimiento económico es deseable en las familias, las empresas y los países. Todos queremos producir más para tener más, lo grave es gastar más con base en efímeros ingresos o endeudamientos, más allá de nuestra capacidad para pagarlos.
Es frecuente que mediante “tarjetazos” o préstamos destinados a gastos que no generan ni para pagar los intereses de lo que pedimos, vivamos lapsos de bonanza, como si hubieran aumentado nuestros ingresos permanentemente.
Cuando en un país surge un auge mediante un mayor consumo, tanto privado como público, que no es fruto de un ahorro o ingreso real, se convierte en una “burbuja” efímera de crecimiento. Esas burbujas son producto de emisión monetaria, colocación de bonos gubernamentales o de créditos baratos a quienes no tienen capacidad de pago. Un verdadero crecimiento estructural solo puede provenir de mayores niveles de ahorro y de inversión productiva. La improductiva no es en realidad inversión.
El siglo pasado la emisión de dinero fue el principal instrumento para generar burbujas de crecimiento, que producen auges económicos, seguidos de inflaciones o recesiones, que dejan una situación social peor que antes de la burbuja.
Esas burbujas, que implican un déficit presupuestal abierto o encubierto, ya no son financiadas en este siglo con emisión primaria de dinero, sino con deuda gubernamental, que capta dinero mediante intereses más altos que los del mercado. Esa deuda es adquirida por bancos, empresas privadas y ciudadanos. Los recursos generalmente los gasta el gobierno en actividades que no generan ingresos para pagar la deuda y el pago de intereses se cubre con más deuda, lo que permite posponer por un tiempo sus consecuencias reales. Pero llega el momento, como sucedió en el 2008, que revienta la burbuja y aparece la recesión.
El principal problema de la economía actual son los falsos crecimientos, auspiciados por deudas gubernamentales, adquiridas en parte por instituciones financieras privadas a sabiendas que no hay una generación real de riqueza atrás de esos bonos, solo gastos irresponsables. En esas políticas perversas, que se urden en nombre del empleo o del gasto social, radica el origen de la recesión económica del 2009, cuyos efectos todavía los resentimos.  
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Profesor de Economía Política