Opinión

Nigeria, el choque de civilizaciones

Por Ricardo Homs


El reciente secuestro de más de 200 niñas de un colegio en Nigeria, -mas otras ocho que se suman a esta terrible cifra-, ponen en evidencia un grave problema que está surgiendo en muchos países y que puede generar una crisis global.
Boko Haram, -la guerrilla subversiva que desde hace tiempo siembra el terror en Nigeria-, tiene un objetivo muy claro: impedir que las mujeres se eduquen y dejen atrás el rol tradicional que existe en las culturas más atrasadas del mundo: siervas y esclavas de los hombres, según la tradición musulmana de la sharia, que puntualiza “las mujeres deberían estar en casa criando a los niños y cuidando de sus esposos, no en la escuela aprendiendo a leer y escribir.”
Este no es sólo un tema de género, sino la reacción de una cultura tradicionalista sustentada en los planteamientos religiosos del Islam.
Es esta religión la que quiere imponer este grupo guerrillero en Nigeria, -el país más poblado de África-, que en muchas regiones ha en años recientes adoptado el cristianismo, lo cual implica un cambio de valores, mentalidad y estilo de vida.
Los graves conflictos que se viven en oriente derivados de grupos fundamentalistas como los talibanes, muestran que se está haciendo realidad el planteamiento que previó el académico norteamericano Samuel Huntington, cuando publicó en 1993 un artículo titulado “El choque de civilizaciones” (The clash of civilizations) en la revista Foreign Affairs, del cual surgió el libro del mismo título editado en 1996.
Estamos viviendo la lucha de algunas culturas antiguas por sobrevivir al impacto de la globalización y los cambios sociales y culturales que trae aparejado este fenómeno integrador.
Del mismo modo que los países están integrándose comercialmente, en lo económico y en afinidades políticas, -como si fuese una reacción en contra-, resaltan las diferencias sociales, culturales y religiosas que definen la idiosincrasia de un país y su identidad. De este modo los países redescubren sus raíces y se aferran a revalorarlas para no perderlas. Esto podemos verlo en la misma Comunidad Europea, -que aunque derribó fronteras políticas y hay libre tránsito de un país a otro y hasta una misma moneda-, de modo inconsciente la gente se resiste a perder sus tradiciones locales y su identidad, manteniendo fronteras invisibles.
Cuando estas diferencias son total y radicalmente diferentes, surge un choque de alto impacto como el que actualmente se está dando continuamente entre el islamismo y el cristianismo, que llega a la misma violencia que se vivió en la era de las cruzadas.
Occidente y el islam tradicionalmente han sido antagónicos y aunque aprendieron a convivir y respetarse durante los últimos siglos, la globalización ha detonado esa antigua rivalidad que en muchos casos llega a la agresión física y violencia, como lo muestra este secuestro masivo de niñas en Nigeria, que ahora conocemos porque las redes sociales lo detonaron, pero que sin embargo, desde mayo del 2013, -desde hace un año-, se ha vuelto cotidiano en ese país, en el que a partir de ahora los padres preferirán dejar a sus hijos sin ir a la escuela, -que significa dejarlos sin educación académica y limitar su futuro-, para salvar su integridad física.
No sobra decir que Nigeria, -donde vive la mayor parte de la población en extrema pobreza-, es inmensamente rico en recursos naturales como petróleo y gas, además de un alto potencial agrícola, que no se puede explotar por el clima de violencia e inseguridad.
La problemática de género siempre ha estado presente en los conflictos culturales y raciales porque en las culturas tribales que han sobrevivido hasta nuestros días ha prevalecido la visión machista del sojuzgamiento de la mujer.
La Ex- República de Yugoslavia, -Bosnia-Herzegovina-, fue escenario de una cruenta lucha entre serbios, croatas y musulmanes por razones políticas, étnicas y religiosas entre 1991 y 1995 y una de las formas de agresión de mayor significado fue la violencia sexual en contra de las mujeres. Las historias de violaciones masivas por parte de los soldados que se apoderaban de una población que pertenecía al grupo contrario, dejaron huellas psicológicas muy profundas.
Si durante el siglo XX las guerras sucedieron principalmente por razones ideológicas, los conflictos bélicos del siglo XXI tendrán como origen las rivalidades religiosas y culturales y donde será más violento este choque de civilizaciones, será donde hoy coexisten en tensión el cristianismo, -representando al mundo occidental-, y el Islam. Muchas regiones de África y Asia, serán ese territorio en disputa.
Poco se ha analizado este fenómeno que estimula la confrontación entre culturas a partir del impacto de la globalización. Sin embargo, -para neutralizar sus efectos violentos-, es necesario estudiarlo a profundidad.
Para resolver la gravedad de este conflicto, la ONU tendrá que tomar roles muy activos para proteger a la población civil de estos países, antes de que los daños sean mayores.