Opinión

Alfredo Di Stéfano, legendario jugador del Real Madrid

Por Roberto Matosas


"He jugado por dar placer al público"

 

                    Santiago Segurola, Madrid

          

Alfredo di Stéfano, 74 años, es el gran referente del Real Madrid y del fútbol español. Ningún jugador ha tenido tanto impacto, tanta ascendencia y tanto reconocimiento como él. A su influencia decisiva se atribuye la leyenda del Real Madrid que conquistó cinco Copas de Europa. Nombrado presidente de honor del club por el nuevo presidente, Florentino Pérez, Di Stéfano ha vuelto a adquirir este año un gran protagonismo en la vida del Real Madrid. Recientemente recogió de la FIFA el galardón que se dio al club como mejor equipo del siglo que hoy acaba. En una fecha cargada de simbolismo, Di Stéfano desgrana para este periódico sus opiniones sobre el fútbol que vivió y el fútbol actual.

 

    Está impecable en la sede de la Asociación de Veteranos del Real Madrid. Alfredo di Stéfano se siente cómodo en ese lugar, junto a los compañeros de toda la vida, aquellos que jugaron con él y aquellos a los que entregó la antorcha. Todos se refieren a él con admiración, con la deuda de gratitud que se debe a un futbolista único, el hacedor de un  equipo inolvidable.

 

Pregunta. Ha sido un año de emociones intensas, de un reconocimiento universal. ¿Le ha alterado la vanidad?

 

Respuesta. Ha sido una gran satisfacción, individual y colectivamente. Todo lo que se fructifica en este deporte es compartido. Sí, han tenido el detalle de nombrarme presidente honorífico, y sólo puedo agradecerlo después de una larga carrera deportiva. En lo que se refiere a la designación del Madrid como mejor equipo del siglo, es un reconocimiento a todos, no sólo a los jugadores, también a los directivos, empleados y  simpatizantes. Estamos todos metidos en una misma olla.

 

 Siempre ha hablado del fútbol como algo relacionado con la solidaridad, con lo colectivo. Pero, ¿en que posición se ha visto dentro de este engranaje?

 

  Me veo como uno más. Los que te catalogan son los aficionados, los periodistas, te ponen en el pedestal que ellos creen. Pero yo no me creo nada de todo esto. En mi caso, hice del hobby una profesión y me salió bien. Nada más.

 

   ¿Cómo define al jugador que fue?

 

Un colaboracionista, ¿no? He intentado colaborar con mis compañeros y con la institución, porque yo he  jugado por el placer del público, para que disfrute. La mayor satisfacción de una persona es que tú hagas las cosas bien y que la gente disfrute en la tribuna. Es el no va más. Vivimos en una colectividad y no te puedes abanderar en solitario, y decir: 'soy el mejor'. Te lo dicen, pero tampoco me lo creo. Yo era definidor cuando empecé. Luego los técnicos buscaron la manera de aprovechar las condiciones que tenía. La principal era la velocidad. Al principio, tenía que estar adelante. No me dejaban bajar a ayudar, pero yo siempre iba a buscar la pelota cuando no la tenía. Y vi que había jugadores extraordinarios,  como Pedernera, Hidegkuti, Pontoni, que tenían características parecidas a las mías, jugaban adelante y se retrasaban.

 

Se ve que era un estudioso del fútbol.

 

 Me gustaba fijarme. No vi de chico a Hidegkuti, pero ésa es la magia del fútbol. Por entonces no había televisión, y allí estaba Hidegkuti haciendo las cosas que hacía Perdernera en Argentina. Para mí, Pedernera ha sido uno de los estrategas más grandes del fútbol argentino y mundial. Hidegkuti es la misma historia. Y eso es un reflejo de ver el fútbol, porque este juego, por más que te lo cuenten, no entra por el oído. Entra por la vista. Yo vi jugar a Pedernera y a Pontoni. Eran jugadores que marcaron un modelo que contrarrestaba el modelo defensivo del adversario. Y claro, en vez de que te marcaran encima, a presión, tú te liberabas. Si te venía el defensa marcador, te lo atraías al medio campo y desmantelabas el orden defensivo.

 

¿Es cierto que en sus comienzos le ponían de siete o de nueve y que no estaba a gusto en ninguna de esas posiciones?

 

  No me gustaba porque los delanteros centro eran rompedores, allá con los defensas, y a saltar de cabeza. Y el extremo derecha tenía la banda y es complicadísimo jugar de extremo. Pero me tuve que amoldar porque si quieres jugar te tienen que adaptar a las circunstancias y a lo que te dice el entrenador.

Verdaderamente, del número nueve no salí. Me quedé en el nueve, más o menos retrasado, pero como goleador. Nunca perdí de vista el área.

 

¿Lo suyo se relacionó con el aprendizaje del oficio o fue puro genio?

 

No, no. Esto se aprende. La característica de River era toco y me voy. La gente decía: 'este fútbol no sirve para nada'. La gente quería el dribling. En River, los jugadores que gambeteaban tenían poco que hacer en el club. Yo aprendí allí. Veía a los mayores y me decía: '¡Uy! Qué jugada hizo éste!' Luego me iba al barrio y lo intentaba repetir con una pelota de goma. Tuve la suerte de caer en un equipo de grandes inventores.

 

 Aquel River forjó un estilo que todavía se traduce en el juego actual del equipo. ¿Es de los que creen que cada club obedece a una determinada identidad?

 

Sí, claro. En ocasiones, los técnicos tratan de variar ciertos elementos del juego, pero la historia empuja  fuerte. La prueba es que River tiene una característica. Boca, otra, parecida a la de los ingleses. Fútbol rápido, profundo, potente. Es el público el que exige a los equipos que jueguen de una determinada manera. El público de River tiene el gusto del toque y la elegancia. La afición de Boca reclama otra cosa, el aluvión, el empuje.             

 

Cuando llegó a España, ¿cómo encontró el fútbol?

 

Creíamos que era más pobre, más rudimentario. Y no. Se trabajaba duro. Pasabas a un adversario y enseguida le tenías de vuelta. A muchos futbolistas suramericanos les pasabas de largo y no les volvías a ver más. Acá había un cambio de ritmo terrible.

 

En España se le tiene como el primer futbolista total. ¿Incorporó algo a su estilo en nuestro fútbol?

 

Cuando vine aquí jugaba de delantero. Bajaba un poquito y ayudaba. Entonces se nos decía que el  delantero tenía que estar al lado del portero rival en todas las fotografías. Fue una de las cosas que me dijo Samitier cuando llegué a España. Que el público quería ver los lunes al delantero saltando en la fotografía junto al portero. Pero por mis características yo necesitaba echar una mano a mis compañeros. Veía que uno estaba cansado y le ayudaba en lo que podía.

 

 ¿Cómo se generan las sociedades en un equipo?

 

Yo me entendía especialmente bien con Rial. Me juntaba a él, y cuando recibía la pelota yo me escapaba, y sabía que me la iba a poner. Eso no depende del entrenador, ni de nadie. Eso es feeling. El jugador tiene que saber cómo respira el compañero, cómo siente. Es importantísimo. El conocimiento es fundamental: cómo amaga, cómo agacha los ojos, cómo son los guiños que tiene. Tienes que conocer el perfil de tu compañero, para dar y para recibir. Y aprender, porque nadie es perfecto. A todos nos faltan diez céntimos para completar la peseta. En mi caso, en el salto de cabeza era irregular, aparte de que no me gustaba. La pelota al suelo, siempre me han dicho. Al piso. Uno tiene que corregir sus defectos.

 

Ha dicho que lo que más le gustaba de este oficio era dar placer al público. Eso supone una responsabilidad enorme.

 

Cuando me decían que era un tipo hosco, lo que pasaba es que tenía una responsabilidad terrible. No es que fuera el que llevaba el equipo a cuestas, había varios que también lo hacían. Pero la responsabilidad era muy grande porque había que ayudar a algunos muchachos. Yo no era el mandamás. Yo quería que Gento, que Santamaría, que Zárraga, que Juanito Alonso, mandaran allí. Así se conducía bien al equipo.

 

Y había que dar al público el dinero que se había gastado. Lo que pasa es que ese afán de perfeccionismo debe ser angustioso.

 

  No sé si angustioso, pero la responsabilidad interna era muy grande. Muchas veces salía nerviosísimo a la cancha. Un flan. Me acuerdo que Rial o Puskas me decían: ¿qué te pasa?.

 

¿Nunca se relajó?

 

En el fútbol no te puedes relajar.

 

¿Ni cuando se obtiene un reconocimiento tan grande?

 

No, no. No vale eso. Cuando tienes un fallo, la vergüenza es terrible para un jugador que se considera de primera línea.

 

 O sea, que además de responsable, pudoroso. Parece que nunca vivió un partido de manera descansada.

 

Un drama, un peliculón. No nos fiábamos de nadie. Sabíamos que el adversario más pequeño era el más peligroso.

 

¿Y la fatiga física? ¿Era cierto que parecía invulnerable?

 

  La palabra cansancio no existió jamás para mí. Siempre intenté estar bien preparado. Hay que reconocer que las condiciones mías eran naturales, también. La gente me preguntaba: usted tiene velocidad y aguante. Yo les contestaba que le preguntaran a mi papá y mi mamá, qué quiere que le diga. Esto viene de nacimiento, ¿no?

 

Es evidente que sus compañeros le han considerado el mejor, pero son sus rivales quienes más le han elogiado.

 

  Yo, con el adversario, era un enemigo a muerte. Ahora bien, siempre entendí muy bien el esfuerzo y el sacrificio del adversario. El jugador que quería hacer las cosas bien y no le salían. Y cuando le salían bien, sabíamos que teníamos un elemento bueno como adversario.

 

 ¿Por qué jugador rival sintió especial debilidad?

 

Garay jugaba muy bien. Era un defensa que hacía cosas como si fuera un medio o un delantero. Un poco como Beckenbauer. Jugaba de maravilla.

 

¿Qué papel atribuye a los jugadores y cuál a los técnicos?

 

El técnico tiene una idea, pero si el adversario te planta otra en el campo, cómo no lo resuelvan los jugadores, no lo resuelve nadie. Es el problema que hay. Muchas veces los jugadores miran al banquillo y ven al entrenador haciendo ademanes. ¿Y qué hace? Si no se dan cuenta los jugadores del problema, no hay manera de arreglar el asunto. Porque hay algo que conviene explicar: el jugador también se apoya en el técnico para evitar responsabilidades. Él me mandó y yo me salvé. A mí no me va eso.

Una dejación de responsabilidades, vaya.

 

   Claro. Que la agarre el técnico.

 

Y también se produce un efecto inverso. Ante la dejación de los futbolistas, los entrenadores adquieren más poder y notoriedad.

Y hacen muy bien. Tienen una responsabilidad grandísima, como si fueran el jefe de gobierno. Entonces la prensa aprovecha eso. ¿Quién habla con la prensa? El técnico. Hace 30 o 40 años se conocía a los técnicos, pero no como ahora.

 

Ahora todo el mundo lleva un técnico dentro. En la prensa, en los bares, se habla de sistema, de táctica...

 

El fútbol está ya en la cocina de casa, es lo bonito que tiene. La abuelita y la mamá saben lo que es el fútbol. Eso ha pasado siempre en Argentina. Ahora también se produce en Europa. El fútbol cada vez es más potente. Los medios de comunicación han alimentado todo esto y han metido la electricidad del  fútbol en cualquier cuartucho.

 

Sin embargo, siempre se ha vivido una especie de pesimismo con respecto al futuro del fútbol, que no iba a poder superar el impacto de la televisión, del dinero, del calendario...

 

  Es verdad. Toda la vida se ha hablado en este sentido. Sucede todo lo contrario. África cada vez tiene más peso, y Asia también. Esa gente se está preocupando una barbaridad por el fútbol.

 

 Mucha gente considera que tiempos pasados fueron mejores.

                 

No. Veo jugadores muy buenos. Los veo con mi criterio y me doy cuenta que cada día aparecen futbolistas de primer nivel.

 

Otro mito es el del fin del fútbol argentino, debido a la salida constante de jóvenes. La realidad dice lo contrario.

 

  El jugador sale de la práctica y no tengo duda de que la academia del fútbol está en la calle, en los baldíos, en los potreros, que dicen en Argentina. Esa es la carpeta que se lleva encima. De eso no hay que olvidarse jamás. El fútbol argentino tiene mucha calle todavía. La calle es muy importante. Jugar en la calle, en el empedrado, con piedritas. La pelota pica para cualquier lado y hay que tener mucha habilidad, mucha cintura, mucho equilibrio. Siempre digo lo mismo: las dificultades para un jugador son máximas. Sol, luz eléctrica, calor, frío, viento, lluvia. Yo digo muchas veces: voy a jugar un campeonato de billar y voy a tirar un puñado de alpiste en la mesa. A ver si pueden hacer la carambola como tienen que hacerla. Sin embargo, el fútbol tiene que tragar con todo, con lo que venga.

 

  Un deporte muy especial.

 

En mi época, un gran atleta español hacía los 5.000 metros !buah!, daba vueltas y vueltas. A veces nos juntábamos con él y le seguíamos durante cuatro o cinco vueltas y no le seguíamos más, porque su ritmo era impresionante. Otras veces, cuando nos poníamos a hacer un picadito con el balón, él agarraba y se metía en el entrenamiento. "¿Para qué te metes?", le dije. Porque jugaba regular. "Para cansarme", me contestó. El ritmo del fútbol es muy complicado. Adelante, atrás, saltar, chocar...

 

 ¿Qué opina del estado de salud actual del fútbol?

 

Yo veo equipos muy bien armados, con jugadores que la mueven estupendamente.

 

  ¿Qué partidos suele ver?

 

  Me gusta la Liga inglesa. Me gusta cuando juegan entre ellos. Contra nosotros no tienen nada que hacer. En el momento en que paramos la pelota a un inglés, se acabó el asunto. En realidad, me gusta ver todo.

  Esta semana he visto el campeonato de fútbol de niños en Tenerife y ha sido precioso. Se ve que el fútbol está más organizado.

 

Siempre ha dicho que el futbolista no estaba suficientemente bien pagado. ¿Ha llegado, por fin, el punto donde los jugadores cobran lo que se merecen?

 

  Yo veo lo siguiente: voy a las convenciones de FIFA, de UEFA, de diferentes cosas, y veo cantidad de gente en las comidas, y me digo: 'Y estos de qué viven, ¿del fútbol?'. Cuando uno mira todo eso, te das cuenta lo que da el fútbol. Yo me lo pregunto, eh. Esto sale todo del que da el espectáculo y de la  organización, que es el club. El jugador cobra lo que le quieren dar. La culpa no la tiene el cerdo, sino el que le da de comer.

 

¿Sigue el fútbol argentino?

 

Sí. Hay poco público. Hay que reconocer que la asistencia del público en Europa es grandísima. En América existen problemas. Cuando le falta el marco de la gente al fútbol, le falta algo esencial.

 

   ¿Y el fútbol italiano?

 

Tienen excelentes jugadores, pero es un fútbol que piensa más en defender que en atacar. Me parece que tiene un problema de soltura en los jugadores. Siempre miran hacia atrás. Parece que juegan con el freno de mano puesto, con la preocupación de cuidarse atrás.

 

¿Qué jugadores actuales le interesan?

 

  Salen jugadores. Raúl, Zidane, Figo, Beckham, Guardiola, Roberto Carlos, Rivaldo... Hay muchos.

 

  Le parece que el fichaje de Figo ha sido...

... Barato. Por lo que está dando, barato. Si no se lesiona este muchacho, es un éxito del club. Y creo que todavía va a rendir más.

 

Entre los mejores ha nombrado a algunos jugadores españoles. Pero la selección no acaba de arrancar. ¿Qué le falta al futbolista español?

 

Sin querer ofender a nadie, en Argentina las carencias de muchas cosas producen la necesidad. Eso ayuda en el fútbol. Aquí, por lo general, la muchachada tiene estudios y buenas casas.

 

Se ha referido en muchos momentos a la solidaridad, al esfuerzo, al sentido del deber. No ha hablado de la vanidad, por ejemplo, de la guerra de vanidades que se ha visto con el asunto de Pelé y Maradona.

Pelé siempre ha sido el factótum de todos estos problemas porque tiene una multinacional que le apoya.

  Y Maradona no perdona a nadie porque Maradona es un muchacho de barrio, y no perdona. De la vanidad sólo puedo decir que nunca quise ser abanderado de nada. Pero hay gente que es vanidosa.

 

 Siempre ha hablado con una gran admiración de Maradona.

 

Sí, sí. Extraordinario. Lo que ha hecho con la pelota es extraordinario. Da la impresión de que Pelé ha sido mejor publicitado. Indudablemente. Es una marca. Una marca brasileña.

 

.

 

Hay que esperar a dar el año de trabajo a la directiva y a lo que van a producir los jugadores en el campo. Es una época de transición, pero hay buenos elementos. Yo veo que la gente está a la expectativa con el equipo. El Madrid hace muchos goles, pero hay una pequeña confusión en el medio campo. Le falta el punto de consistencia. Pero veo que los muchachos salen al campo con entusiasmo.

 

 

 

Tomado de El País, Madrid, Domingo  31 diciembre  2000 -