Opinión

Graciela Salamanca: Retrospectiva en el Museo de la Ciudad

Por Ivonne Moreno


La profesión y ejercicio de la pintura tienen un largo camino. En este andar hay sinsabores, satisfacciones, encuentros, catarsis y sobre todo para el pintor un proceso de crecimiento o involución, según el cristal con el cual se mire la gramática plástica de quien la realice sin soslayar la madurez del receptor.

Graciela Salamanca de Fuster ha recorrido junto con sus pinceles y lienzos gran parte de su vida, en pocas palabras ellos son su alter ego.

 Sus hijos, familia, los viajes y desde luego su desbordada imaginación forman parte de su cotidianidad, donde apunta y registra con colores sus emociones y su manera de ver al mundo.

Experiencia para esta pintora veracruzana es igual a representar de manera figurativa la naturaleza a través de agua, montañas, flores, mariposas pero lo mejor de su composición y lenguaje visual lo desborda como cuento de prolongado e inverosímil desenlace en un ingenuo surrealismo por medio de criaturas fantásticas donde de manera constante está presente el sentido onírico, producto  de mente profundamente utópica.

Graciela Salamanca de Fuster se aposenta en las habitaciones de bosques y lugares encantados, espacios ultraterrenales, propicios para seres mágicos cuya rueca temporal se detiene cuando los sueños se visten de polvo de estrellas.

Los duendes, gatos, pequeñas hadas o sílfides tejerán   historias inconclusas pues cada espectador será parte o fusión de los ingrávidos universos creados por la pintora por medio de su trabajo.

Los senderos de Graciela son aquellos limitados por sus intereses, pero en contenido los episodios de su inagotable fuerza por manifestarse como una creadora.

Veracruz solo ha sido una chispa más para su sentido pictórico, tal como sus periplos engarzados con sitios emblemáticos: Venecia, Jerusalén, Italia, situaciones bien aprovechadas por el ojo perfeccionista de una amante del dibujo.

Graciela Salamanca de Fuster  nos comparte décadas de dedicación a la pintura, todavía a la expectativa, ansiosa de iluminar con atmósfera colirística lo tangible e intangible para atraparlo en un cuadro.

Esta exposición se encuentra en el Museo de la ciudad a partir del 13 de septiembre.