Opinión

¿Tener razón o ser educado?

Por Trixia Valle Herrera


 

Hace unos años pasaron dos cosas que cambiaron por completo la vida social y de convivencia en nuestro país: la primera se erogó la ley de la difamación (difamar es decir algo que es cierto más no bondadoso que puede ser perjudicial para la reputación de una persona), o sea, se quitó la ley; la segunda se le dio mucho énfasis a la “libre expresión” creando leyes y acuerdos sobre esto. La primera resolución era una respuesta a la segunda, ¿cómo? Tan sencillo, que para que yo sea libre para expresar mis opiniones de la forma en que mejor me parezca, es necesario que no sea delito decir lo que se me pega la regalada gana. Así ambas pueden convivir, ¿tiene lógica no?

Desde entonces el México de respeto y buenos modales, se ha ido convirtiendo en un circo donde cada quien por “derecho” dice lo que quiere sin considerar al otro y de esta manera hasta los desayunos de las madres de familia reunidas para coincidir por temas de sus hijos, se han corrompido: los temas cada vez son más candentes, se sacan conclusiones sin tener todos los elementos y cualquiera se puede expresar de alguien, por lo general no presente, de la manera que quiera. Esta actitud social, política y familiar nos ha ido contrapunteando y enemistando a unos y a otros y es el principio básico del bullying.

Hoy, sobre todo los jóvenes, dicen: “Gorda, fea, horrenda…” y si alguien los confronta, responden: “¿qué tiene de malo? Es la verdad”… Sin palabras, esta es nuestra verdad: tener razón y expresar sin pensar en lastimar al otro parece ser lo que mueve a la nueva sociedad mexicana hiriendo miles de sentimientos por día y rompiendo millones de corazones al año. ¿Y qué pasó con los valores que tanto se mencionan? Pues bien gracias, ahí colgados en el closet, porque los valores no se estudian ni se aprenden, ¡se VIVEN! y al vivir en una vorágine de críticas respaldados por la libre expresión, vamos agrietando el sentido de respeto y unidad tan importante para coexistir.

Si algo no nos parece o estamos en contra, podemos respetuosamente y a solas tratar el tema con la persona y buscar acuerdos si es necesario; si es simplemente una falta de simpatía por esa persona, con dejar que sea como ella quiera ser será suficiente pues el respeto primordial es ese: dejar que cada quien sea quien es; si es algo que pone en riesgo nuestros intereses, podemos hacer una aclaración amorosa y puntual sin evidenciar o humillar a los demás.

Hay que recordar que los adultos del mundo estamos guiando a los niños y jóvenes con nuestras conductas diarias, así es nuestra obligación -de acuerdo a UNICEF- hacerlo con responsabilidad pues un ser humano en formación es alguien vulnerable y que tiene las mismas probabilidades de ir al mal que de ir al bien. Así nuestro ejemplo arrastrará a las nuevas generaciones hacia la decencia o la indecencia siendo decisión de cada uno de nosotros si queremos tener razón o ser educados.