El señor Alfredo Casarín, mejor conocido como el hombre del faro, es quien por algún tiempo estuvo a cargo del faro del Banco de México, lo que ahora se conoce como la torre de Pemex, un emblemático edificio que pide que sea restaurado.
En entrevista con XEU contó que en el año 1960 le tocó la transición del faro Venustiano Carranza hacia la torre del Banco de México, debido a que era un edificio más alto y obstruía al rayo de luz del faro y no dejaba que iluminara el horizonte para orientar la llegada de los barcos al puerto de Veracruz.
La Secretaría de Marina notó anomalías en el faro Carranza y pidieron que se pasará a la azotea del Banco de México.
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Sus prismas, su estructura y todo se pasó al Banco de México y en el año 1961.
De ese modo, se mudó toda la instalación del faro Carranza al último piso del Banco de México.
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Don Alfredo Casarín entraba a su turno a las 6 de la tarde y cuando ya empezaba a oscurecer el faro debía estar prendido. Su trabajo era cada tercer día porque se alternaba con otro compañero.
Dijo que el Banco de México les dio facilidades para ingresar al edificio que en su base tenía una bóveda y en la azotea el faro que emitía su señal marítima.
Pero lamentó que por el año 1961, cuando la torre se entregó a Pemex, ya no permitieron el ingreso de los guardafaros y entonces se mudó a la Isla de Sacrificios, donde permanece hasta ahora.
Dijo que ser guardafaros en el Banco de México fue una experiencia única en la que pasó momentos insustituibles, desde los sismos que sacudían la torre hasta los espectaculares amaneceres y atardeceres de Veracruz.